
La inmovilidad, el reposo prolongado en cama y la disminución de la actividad física representan un factor predisponente al desarrollo o al agravamiento de ciertas condiciones patológicas relacionadas en mayor medida con los sistemas cardiovascular, respiratorio y musculoesquelético.
Para indagar en los efectos del reposo prolongado varias investigaciones se centraron en pacientes hospitalizados, los cuales llevaban un reposo absoluto. La intención de estas investigaciones era extraer información de cómo responde nuestro cuerpo a una disminución prácticamente total de la movilidad de nuestro cuerpo. Es interesante observar los resultados para entender como nuestro cuerpo también puede verse alterado en una situación de cuarentena si no realizamos una cierta movilidad diaria.
Varios autores afirman que sin importar cuál ha sido la condición que conlleve a la hospitalización de un individuo, no existe evidencia científica que indique que el reposo en cama, garantice algo positivo, siendo esto en algunas circunstancias algo contraproducente y perjudicial. Glasziou y Kortebein, afirman que el reposo en cama puede tener efectos adversos que pueden contribuir al desarrollo de neumonías, trombosis venosa profunda, lesiones cutáneas por decúbito y disminución tanto de la masa ósea como de la fuerza muscular, esto se acentúa más aún si son adultos mayores (AM), ya que tienen una mayor prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles, tienen más episodios de enfermedades agudas y enfrentan un riesgo más elevado de accidentes que el resto de la población, por lo tanto, ostentan tasas más altas de hospitalización (2,6 veces mayor que la población general) y un promedio de 9,2 días de estadía en comparación con los 5 días de la población general.
Ante este decline funcional, Holler y cols. el año 2015, presentaron el concepto del deterioro funcional adquirido en el hospital (DFAH). Las razones del DFAH son multifactoriales, incluyendo la perturbación del sueño, ingesta nutricional deficiente, dolor, polifarmacia, entre otros. En particular, la reducción de la movilidad y la falta de condición física por el reposo en cama son causas comunes del DFAH. Para los pacientes de alto riesgo, como los adultos mayores y los pacientes con enfermedades crónicas, el DFAH puede causar un aumento de las complicaciones
médicas sin poder recuperar la independencia en las actividades de la vida diaria.
Según Brown, de los adultos mayores que son hospitalizados, hasta el 33% presentarán deterioro funcional en al menos una de las actividades de la
vida diaria y se incrementa a acerca del 50% cuando superan los 80 años de edad. La recuperación de estos pacientes es lenta y en el mejor de los casos, sólo la mitad de ellos retornan a su situación funcional previa a la hospitalización en los siguientes 3 meses.
Los efectos propios de la inmovilización prolongada, repercuten de manera directa en los diversos sistemas corporales, poniendo en una
mayor situación de riesgo al individuo involucrado, este deterioro funcional es un importante daño adquirido en el hospital que es, al menos, parcialmente prevenible a través de la movilidad temprana y las intervenciones de la readaptación funcional.
Ante estos resultados hemos de entender que el reposo prolongado perjudica nuestra salud. El hecho de equipararlo con pacientes
hospitalizados es simplemente una forma de llevarlo a causas extremas, pero sin duda también podría ayudar a entender situaciones similares
como las de cuarentena, en las que si no buscamos una movilidad diaria también caemos en un reposo prolongado.
Referencias bibliográficas.
- Brown CJ, Friedkin RJ, Inouye SK. Prevalence and outcomes of low mobility in hospitalized older patients. J Am Geriatr Soc. 2004; 52:1263-1270
- Ceballos-Acevedo T, Velásquez-Restrepo PA, Jaén -Posada JS. Duración de la estancia hospitalaria. Metodologías para su intervención. Rev.
- Gerenc. Polít. Salud. 2014; 13(27): 274-295.